Soy tu, eres yo. Experiencias para concienciar

Tateh, un refugiado saharaui de 31 años, ha ideado un sistema para reutilizar botellas de plástico en la construcción de unos refugios que aíslan del calor del desierto.

Su objetivo es mejorar las condiciones de vida en los campos donde vive buena parte del pueblo saharaui desde hace más de medio siglo.

Hoy su proyecto cuenta con el apoyo de ACNUR.

Los hijos de Semira protagonizan una de las muchas odiseas en las que miles de menores no acompañados huyen para salvar sus vidas enfrentándose a los peligros de las rutas migratorias más peligrosas del mundo. Sin la protección de sus familiares, estos niños están en riesgo de abuso y explotación.

Tras huir de Irak, Moheyman se diplomó en Enfermería gracias a una beca de ACNUR.

Hoy está en primera línea para combatir el COVID-19 en Irán, uno de los países más afectados por la pandemia.

El número de personas que solicitan asilo por su orientación sexual o su identidad de género está en continuo aumento. Entre ellas, se encuentra Maritza que salió de Honduras para huir de las amenazas recibidas. Hoy se siente segura en Barcelona, donde ha conseguido rehacer su vida como tatuadora junto con su novia.

La juventud debería ser una etapa alegre de libertad y despreocupación. Para los jóvenes como José, no es así: con 17 años, tuvo que huir de la violencia de las pandillas en El Salvador. Se mudó a las afueras de la capital y vive escondiéndose de las bandas armadas. Hoy se implica activamente en la vida de su comunidad para que otros puedan quedarse.

Al igual que Amina, muchas refugiadas sirias participan en el proyecto “Colección Ana” poniendo a disposición sus habilidades artesanales, su empatía y sus recuerdos de la guerra para crear muñecas que reflejen las ambiciones y los sueños de las familias sirias.

La de Kamal es una historia de esperanza. Esperanza retrasmitida en forma de anuncios radiofónicos desde una cabina en el corazón del campo de refugiados más grande del mundo, en Bangladesh.

Con sus mensajes, Kamal ayudó a reunir a casi 800 niños con sus familias de etnia rohingya que huían para ponerse a salvo de las persecuciones en Myanmar.

En un patio polvoriento a las afueras de Bangui, capital de la República Centroafricana, hay un grupo de mujeres que se reúne todas las semanas para apoyarse mutuamente.

Al frente del grupo - llamado “Mujeres en pie” - está Florence, una viuda centroafricana anteriormente desplazada.

Estas mujeres son mayoritariamente viudas y huérfanas de la guerra que se enfrentan a los efectos traumáticos del prolongado enfrentamiento en la República Centroafricana.

Edgardo ha abandonado su casa, su trabajo como periodista y su antigua vida en Nicaragua, tras recibir fuertes presiones y amenazas por parte del gobierno.

Al igual que él, más de 100.000 personas, especialmente periodistas, universitarios y activistas, han huido a causa de la persecución y las violaciones de derechos humanos reportadas en el país.